Este blog de la ASOCIACIÓN DE VECINOS LOS ROSALES pretende dar a conocer uno de los rincones más hermosos de nuestro barrio: los conocidos "pabellones de RENFE", ellos junto al depósito que conocemos como la Copa son referencia histórica de un lugar que nació gracias al ferrocarril. Desde nuestra asociación abogamos por su recuperación para todos los vecinos.

lunes, 12 de abril de 2010

Antonio Muñoz Frías: "Recuperar los pabellones es homenajear a los ferroviarios"



Antonio Muñoz Frías es una de esas personas a las que escuchar no cansa, este ferroviario jubilado y poeta es un ejemplo de hombre del pueblo que unifica en su vida el amor por las letras con el espíritu del trabajador que lucha por sus derechos. Malagueño nacido en 1924, hoy es miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Vecinos Los Rosales desde donde está impulsando la recuperación de los Pabellones de RENFE, donde reside, para convertirlos en un tesoro que disfrute todo el barrio.

Nos sentamos con Antonio en la mesa de un bar alrededor del café, enlazamos preguntas y respuestas, recuerdos y pasiones.

¿Cuándo llegaste a Villaverde?

Fue en 1951. Con 17 años había entrado a trabajar en los talleres del ferrocarril en Málaga, allí empezó a sobrar personal y me dieron dos opciones o Pueblo Nuevo (Poble Nou) en Barcelona o Villaverde. Al final un hermano mío y yo nos decidimos por Villaverde que queda más cerca de Málaga.

¿Cómo era la gente de la RENFE en esos años?

Había dos tipos de trabajadores, por un lado los ferroviarios de toda la vida, en muchos casos hijos de ferroviarios, por otro había mucha gente que provenía de provincias como Cuenca, Soria o Toledo, algunos de ellos verdaderos estómagos agradecidos que obedecían a quien les había enchufado. También nos encontramos con falangistas que usaban el uniforme con el cangrejo y que llevaban pistola, para ellos era como una herramienta más... dejaban en la mesa el martillo, el cincel y la pistola. Mi hermano y yo estábamos marcados por ser de izquierdas, tuvimos suerte de que el Jefe de Personal, Mariano Almenara, fuera un maestro represaliado por socialista que nos trató muy bien a nuestra llegada.

¿Y qué nos cuentas de la vida en los Pabellones?

Yo llegué a ellos en 1953, entonces en el piso superior sólo vivían los puestos superiores como los contramaestres. Sin embargo, yo destacaría la comunión entre los vecinos, algo que ha persistido. Como también la tranquilidad y la belleza de la zona.

¿Alguna anécdota?

Una vez estábamos tomando el fresco y muy cerquita, sin saberlo nosotros, estaban cargando los toros que iban destinados a una corrida, uno se escapó y apareció por donde estaban los vecinos, nosotros corrimos pero creo que el toro tenía más miedo y acabó bajando por donde hoy está el Colegio Europa.

Una de las características de los Pabellones es su entorno verde ¿qué nos puedes contar sobre él?

Pues cuando llegué había algunos árboles, no muchos, sobre todo plátanos de indias y nuestro símbolo que es el árbol de los osages, creo que lo plantó un ingeniero norteamericano que trabajaba aquí en los años veinte,... sin embargo había mucho terreno valdío, entre los vecinos hicimos un hermosísimo jardín que pudimos cuidar hasta los noventa. Yo mismo he llegado a plantar 49 árboles.

Pero sin duda el símbolo es la copa...

Sí, se creó cuando en 1924 se trasladaron los talleres de material fijo desde Atocha a Villaverde. Los talleres fueron muy modernos para la época, incluso superando a los franceses de donde se habían fijado para construirlos, había duchas de agua caliente utilizando una máquina de vapor, biblioteca y hasta una escuela de aprendices. Pero el mayor problema era la corriente eléctrica y el agua, por eso hicieron una canalización desde Santa Cataliana a los talleres y el único depósito de agua potable que había era la copa que surtía tanto a la factoría como a la población del barrio.

Un barrio muy pequeño supongo

Claro que era muy pequeño, por ejemplo la calle Concepción de la Oliva era un arroyo, Vicente Carballal casi toda era campo... aquí abajo solo había casas en la zona cercana a las vías... y un bar que llamaban el de Jesús el puerco, allí se juntaban los trabajadores de RENFE y de las empresas auxiliares como Euskalduna, Transfesa y S.A. Vers. En la parte de encima de las vías desde lo que hoy es el Colegio Nebrija todo era campo hasta la Quinta de El Pilar.

Hablemos ahora de tu afición por las letras, por la poesía ¿de dónde te viene?

Esta afición nace en Málaga, desde muy joven me gustó escribir incluso cuando no había papel, me acuerdo escribir un soneto en la arena y luego copiarlo en papel de periódico o de segundo uso, era una manera de reciclar pero por necesidad. Después contacté con compañeros que tenían también interés por escribir con quien hice bastantes recitales. Con el paso del tiempo he llegado a publicar más de media docena de libros.

Alguna vez, en tu antigua casa, hemos llegado a ver tu refugio de escritor en la azotea ¿qué papel ha tenido para tu obra tu residencia en los pabellones y tu oficio de ferroviario?

Al tren y a los pabellones le debo el 90 por cien de mi creación literaria, de hecho tengo un libro que se llama El tren en mi poesía, con eso digo todo.

El sindicalismo y la política han sido otras de tus pasiones...

Por supuesto, ya tenía muy marcadas mis ideas desde joven... recuerdo en los talleres de Málaga, en el último retrete de los vestuarios y en el año 44 leer mi primer Mundo Obrero, allí bajo una baldosa estaba el ejemplar. Era un sindicalismo de boca a boca. Mira, cuando un comunista entraba a los talleres recién salido de la cárcel sabía perfectamente lo que tenía que hacer, se ponía a trabajar para la causa.

¿Entraba la gente represaliada a trabajar?

Sí, era necesaria mucha mano de obra. Llegaban por ejemplo muchos soldados republicanos que sin haber sido condenados a nada tuvieron que hacer la mili nuevamente, pero la segunda bajo el franquismo y que duraba tres años.

¿Cómo evolucionó el movimiento sindical en la etapa franquista?

Como decía al principio era de boca a boca, pero en 1942 en Málaga llegamos a hacer una huelga general en el ferrocarril. Después, en los cincuenta, la situación seguía siendo dura, de hecho te jugabas el pellejo porque de pillarte ibas a la cárcel. En los sesenta éramos más visibles, recuerdo que en las elecciones sindicales de 1962 me presenté y logré el 99 por ciento del apoyo de mis compañeros. Entonces todos pertenecíamos por obligación al Sindicato Vertical, pero también todos sabíamos de qué tendencia éramos. Yo era de Comisiones Obreras.

¿Tuviste algún problema en tu vida sindical?

A mi me conocían como el abogado de los pobres, y todo porque escribía las cartas y las quejas de muchos de mis compañeros. Aún estando en Málaga le hice una carta a un ferroviario quejándose de su puesto, me reconocieron la letra y me sancionaron con dos días sin empleo ni sueldo. Recuerdo alguna vez ir al despacho de un jefe a pedir algo y recibir como respuesta algo así como "el único reglamento que hay aquí es el de mis..."

¿Y qué nos cuentas de la política?

Pues mira, a mediados de los cincuenta contacté con el Partido Socialista del Interior y conocí al profesor Tierno Galván, recuerdo reuniones de ferroviarios afines en Alcázar de San Juán, que es un punto de conexión ferroviaria y al que nos era relativamente fácil llegar. Después, en los setenta, hubo que cambiarle el nombre al partido y nos denominamos Partido Socialista Popular. Alguna de las reuniones de afiliados se hicieron en mi casa de los pabellones.

¿Por qué crees que es necesario recuperar los pabellones y su entorno?

Deben servir para que no se pierda la huella del ferrocarril de siempre, del abuelo del AVE. Es un ejemplo de los orígenes del ferrocarril. Además recuperarlos sería el mejor homenaje que se le puede hacer a los ferroviarios.

¿Y cuál crees que debería ser su uso?

Un uso para el barrio. Por ejemplo el pabellón pequeño, el que llamamos Servicio Eléctrico, podría ser una escuela infantil, el último de los pabellones que está más alejado y es bien tranquilo sería una perfecta biblioteca. También la zona verde sería un maravilloso lugar para hacer un pequeño jardín botánico.

Después de recuerdos, de historias, de risas y proyectos salimos del bar y nos vamos hacia la estación, junto a ella se queda Antonio, se encamina a los viejos pabellones que le miran con la ilusión de saber que hay alguien que lucha por su vuelta al explendor.

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